Autores: María Elena Flores-Villavicencio1, Celida Rosario Romero-Valadez2,María Claudia Espinel-Bermúdez3, María Guadalupe Vega-López4, María Ana Valle-Barbosa5, José Raúl Robles Bañuelos6
Fuente: https://revistas.ucr.ac.cr/
Introducción
El aumento de conductas suicidas en México ha llamado la atención de los programas de Salud Pública; pues, es un problema que afecta el entorno social, psicológico, sanitario, económico, cultural y familiar, ya que conduce a la persona a quitarse la vida (Tereucán, Briceño y Gálvez, 2017; Pérez-Amezcua et al., 2010). Además, los pocos estudios publicados sobre el tema demuestran que el fenómeno es considerado relativamente común en la población adulta mayor (Rodríguez-Gómez, 2010).
Es difícil predecir el suicidio por su compleja naturaleza. Para entender la problemática es necesario identificar las etapas previas del suicidio, que abarcan: la ideación, intento suicida y el suicidio consumado. Los estudios de esta conducta se han focalizado regularmente en dos aspectos: el análisis y tendencia estadística y la identificación de factores asociados con la prevalencia o la protección; sin embargo, han dejado de lado la importancia y la manifestación de los síntomas en relación con los diferentes grupos de edad (Tereucán et al., 2017).
Por un lado, se considera ideación suicida, cuando el sujeto tiene pensamientos de llevar a cabo conductas relacionadas con el suicidio, como la idea de quitarse la vida, los pensamientos de falta de valor o los deseos de muerte (Muñoz, Pinto, Callata y Perales, 2006). Por otro lado, el intento suicida es un comportamiento potencialmente autolesivo con un resultado no fatal, pero hay evidencia explícita o implícita de que la persona intentó suicidarse (García-Vega, Camero, Fernández y Villaverde, 2018).
En este sentido, los sujetos con idea suicida, por lo regular, planean y desean suicidarse, mas no han realizado intento reciente de suicidio (Beck y Brad, 1972), pero fantasean y piensan en él como una solución a sus conflictos. Es decir, cuando la idea de suicidarse ocupa por completo el pensamiento del sujeto, este imagina que lo lleva a cabo mediante una ideación o fantasías suicidas. Por tanto, el sujeto piensa y ensaya un método, lo cual inicia un proceso autónomo que cobra fuerza hasta que se comete suicidio (Lazard, citado en González, Díaz, Ortiz, González y González, 2000).
En relación con lo anterior, “la ideación suicida se compone de una serie de actitudes, planes y conductas posiblemente relacionados con los pacientes con ideación suicida que han sido diagnosticados con otros trastornos; sin embargo, la ideación suicida no es una construcción unitaria y sus dimensiones representan distintos patrones de pensamiento y de conducta, pero que están interrelacionados” (Beck, Kovacs y Weissman, 1979).
Especialmente, la relación entre suicidio, los problemas psicológicos y la depresión es muy estrecha. De hecho, la mayoría de las personas que se suicidan parecen estar deprimidas y, prácticamente, la mitad de las personas diagnosticadas de depresión presentan ideas suicidas; así, la tasa aumenta en las personas adultas mayores que presentan sintomatología depresiva (De la Torre-Martí, Santacreu y Calero, 2013; Morales et al., 2017).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que la depresión es la alteración del humor o de la afectividad, acompañada, básicamente, por la disminución del nivel general de actividad o vitalidad y suele estar relacionada con acontecimientos estresantes (Organización Mundial de la Salud citado en Romero, 2006). Asimismo, es considerada uno de los trastornos psiquiátricos más altamente asociados con la ideación suicida, por ser una causa frecuente de sufrimiento emocional en la vida de la persona adulta mayor, con inicios desde edades tempranas; por lo cual, constituye uno de los mayores problemas de salud pública en la sociedad actual (Cohen et al., 2010). No obstante, aún no se logra identificar qué síntomas depresivos son generadores de la ideación suicida o cuáles síntomas son impulsores para la manifestación de conductas o tentativas suicidas.
Aunado a lo anterior, el Manual Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales DSM-5 (2014) reconsidera el concepto de la depresión como un trastorno del estado de ánimo que se caracteriza por la presencia de varios síntomas que están presentes durante el mismo periodo, entre ellos: sentimiento de tristeza intenso, suficiente como para interferir en la funcionalidad, interés o placer para la realización de actividades habituales en la mayor parte del día; fatiga o perdida durante el día; insomnio; sentimiento de inutilidad; disminución para pensar o concentrarse; pensamientos de muerte o suicidio; aumento de peso y del apetito; retardo psicomotor y sentimiento de culpa excesiva (Asociación Americana de Psiquiatría, 2014).
Según Sotelo-Alonso, Rojas-Soto, Sánchez-Arenas y Irigoyen-Coria (2012), los síntomas se presentan casi todos los días, durante más de dos semanas; así, la gravedad de la depresión depende de la presentación de un síntoma leve o la presencia de varios síntomas que amenaza la vida, ya que es uno de los trastornos de ánimo psiquiátricos más habitual entre las personas adultas mayores.
En este sentido, la depresión es el problema emocional de mayor incidencia en la persona adulta mayor y esta población es la que presenta más síntomas depresivos, se eleva su presencia en personas institucionalizadas, a diferencia de quienes viven en casa. Asimismo, es mayor en mujeres que en hombres, pero a partir de los 80 años esta proporción se invierte (Romero, 2006).
Sin embargo, se ha detectado que la ideación suicida ocurre en la persona adulta mayor cuando no logra resolver los problemas en su vida; por lo cual aparecen una serie de síntomas clínicos relacionados con la depresión, tal como: continua sensación de cansancio, constante depresión del estado de ánimo, disminución de la libido, procesos que aumentan por factores asociados al envejecimiento (Lynch et al.,1999).
El estudio realizado por Nascimiento, Tavares y Cachioni (2011) demuestra que, aunque los trastornos depresivos presentan una prevalencia menor en personas adultas mayores en comparación con la población más joven, la presencia de síntomas significativos de depresión es más frecuente en las personas adultas mayores. Además, los síntomas se asocian a una mayor incapacidad para realizar actividades de la vida diaria y peores índices de calidad de vida con comorbilidad, uso excesivo de medicamentos, agravamiento de enfermedades crónicas y, sobre todo, aumento de índices de suicidio.
En esta misma línea, los síntomas depresivos son los problemas de salud mental más comunes y pueden afectar severamente la salud y calidad de vida de la persona adulta mayor. Cuando la depresión se presenta como un aparente envejecimiento normal, se expresa mediante la disminución del interés por las cosas habituales, la vitalidad, la voluntad de realizar actividades y la tendencia a revivir el pasado; a su vez, se acompaña de pérdida de peso, trastornos del sueño, falta de memoria, tendencia al aislamiento y permanencia en la habitación durante la mayor parte del tiempo (Pérez, 2012).
La depresión es el trastorno afectivo más frecuente en personas mayores de 60 años y, en especial, en el sexo femenino (Baca y Aroca, 2014); aunado a este estado de ánimo, también se manifiestan diferentes síntomas, sin embargo, predominan los relacionados con el estado de ánimo como: tristeza, llanto sin causa aparente, aislamiento, falta de concentración, trastornos del sueño, labilidad emocional, sensación de fracaso, insatisfacción, culpa, expectativas de castigo, autodesprecio, autoacusación, ideación suicida, episodios de llanto, irritabilidad, retirada social, indecisión, cambios en la imagen corporal, enlentecimiento, insomnio, fatigabilidad, pérdida de apetito, pérdida de peso, preocupaciones somáticas y bajo nivel de energía (Losada y Álvarez, 2014).
De igual modo, en el estudio realizado por Alexopoulos, Bruce, Hull, Sirey y Kakuma (1999) se destaca que las personas adultas mayores con depresión grave son más propensas a la ideación suicida y se enfatiza en la existencia de una alta frecuencia de suicidio en la vida tardía; empero, la ideación suicida disminuye con el envejecimiento. En cambio, en el estudio de Guibert y Alonso (2001), se considera que los factores de riesgo principales en personas adultas mayores con intento suicida son: depresión mayor, sentimiento de culpa o desesperanza. Así como que las razones para realizar el suicidio son: conflictos familiares, sentimiento de soledad, minusvalía, enfermedades físicas invalidantes, descompensación situacional y, sobre todo, sentimientos de desesperanza.
En este sentido, Szanto et al. (2002) reportan la existencia de variables con fuerte asociación a la ideación suicida en las personas adultas mayores: edad, estado civil, pesimismo, ansiedad, sentimientos de culpa, inutilidad y falta de valor; además de apoyo social deficiente, duelo y previos intentos de suicidio. Sin embargo, no hay evidencia sobre cuáles son los síntomas depresivos que se relacionan con la ideación suicida, aunque han comprobado que los sujetos con depresión mayor tienen más probabilidades de presentar ideas suicidas.
Por tanto, el objetivo del presente estudio consistió en indagar sobre la prevalencia de los síntomas depresivos asociados con la ideación suicida en la persona adulta mayor.
Metodología
Participantes
En este estudio transversal, descriptivo, analítico se incluyó una muestra por conveniencia de 93 personas adultas mayores, de 60 años, conformada por 74.2% (n=69) mujeres y 25.8% (n=24) hombres, que acudían voluntariamente a los clubes comunitarios registrados en el Centro Metropolitano del Adulto Mayor (CEMAN) del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) en la ciudad de Zapopan, Jalisco, durante los meses de julio a diciembre de 2017.
Asimismo, los criterios de inclusión fueron: personas adultas mayores que acudían a los clubes comunitarios de manera independiente, tener 60 años o ser mayor, no poseer impedimentos cognoscitivos que impidieran contestar preguntas o impedimentos físicos que causaran la pérdida su autonomía. Los criterios de exclusión fueron: aquellas personas adultas mayores que consumían medicamento psiquiátrico e incapacidad para llevar a cabo actividades o tareas normales del diario vivir.
Instrumentos
Se utilizó la escala de depresión geriátrica de Yesavage (GDS) de Sheik &Yesavage, 1986, utilizada por Gómez-Angulo y Campo-Arias (2011). Consta de 15 ítems que detectan síntomas cognoscitivos de un episodio depresivo mayor durante los últimos quince días. Esta escala deja de lado los ítems que evalúan los síntomas depresivos por su alta prevalencia en personas adultas mayores; por lo cual, es considerada una buena medida de tamizaje para depresión.
Además, la escala está conformada por un patrón de respuesta dicotómico (sí o no) respecto al estado emocional en la última semana. El puntaje se distribuye del siguiente modo: de 0-4 se considera normal, según edad, educación y quejas; de 5-8 indica depresión leve; de 9-11 depresión moderada y de 12-15 depresión severa. De los 15 puntos, 10 indican depresión cuando se contesta afirmativamente, mientras que los cinco puntos restantes, correspondientes a las preguntas 1, 5, 7, 11 y 13, indican depresión cuando se responde negativamente.
De igual modo, la sensibilidad del GDS fue del 92% y la especificidad fue del 89% cuando la evaluación se realizó con criterios diagnósticos y, para la diferenciación de las personas adultas mayores deprimidos y no deprimidos, demostró una consistencia interna que oscila entre α .76 y α .89
También se utilizó la Checklist de sintomatología depresiva, adaptada por Palmer (2007), utilizada por De la Torre-Martí et al. (2013). Esta escala valora la presencia de síntomas depresivos mediante 15 dimensiones: estado de ánimo, pérdida de interés, rechazo social, desesperanza, problemas de sueño, lentitud, cambios en el apetito, síntomas físicos, sexualidad, concentración/plano cognitivo, preocupación por la salud, culpa, ansiedad e ideación suicida.
En este sentido, cada dimensión permite relacionar los principales aspectos de la sintomatología depresiva en función de tres niveles de gravedad (bajo-moderado, severo y grave). Con un patrón de respuesta dicotómico SI (hay presencia del síntoma) y NO (ausencia del síntoma). La categoría de gravedad más veces señalada determinará el estado de ánimo general de la persona adulta mayor. Posee una consistente interna para esta población estudiada de una Alfa de Cronbach con valor de α .88
De la misma manera, se empleó la Escala de Ideación Suicida de Beck et al. (1979), retomada de González et al., (2000). Esta escala fue diseñada con la finalidad de cuantificar y evaluar la intencionalidad suicida o grado de seriedad e intensidad con el que alguien pensó o piensa suicidarse y la recurrencia consciente de pensamientos suicidas. Consta de 20 reactivos, se divide en 4 secciones que proporcionan información sobre: I) 5 preguntas de screening que indagan características relacionadas con la actitud hacia la vida/muerte; II) 6 preguntas evalúan los pensamientos o deseos suicidas; III) 4 preguntas evalúan las características del intento suicida; IV) 5 preguntas referentes a la actualización del intento suicida.
Para cada ítem, hay tres alternativas de respuesta diferentes que indican un grado creciente de la seriedad o intencionalidad suicida, cada reactivo se registró en un formato de respuesta de 3 opciones, con un rango de 0 a 2. Las mediciones se sumaron para obtener un puntaje global. De este modo, el rango teórico del puntaje es de 0 a 38. La consistente interna del total de la escala oscila de una Alfa de Cronbach con valor de α .76. y α .84.
Además, se integra una quinta sección, con dos ítems, en donde se indaga sobre los antecedentes de intentos previos de suicidio. Si la puntuación de los reactivos “Deseo de intentar suicidarse” y “Intento pasivo de suicidarse” es “0”, se omiten las secciones siguientes, se suspende la entrevista y se codifica como: “No aplicable”. Cabe destacar que estos ítems tienen un valor meramente descriptivo, ya que no se contabilizan en la puntuación global de la escala.
Procedimiento
Cada persona adulta mayor encuestada, recibió información sobre la finalidad del estudio, las escalas contaron con copia del consentimiento informado que fue entregada al encuestado una vez que aceptaba participar en el estudio voluntariamente, junto con la firma del documento; a su vez, se aseguraba el carácter anónimo del llenado de la escala y la protección de la confidencialidad de los datos en todo momento.
Sobre el procedimiento, la escala de depresión geriátrica de Yesavage y la escala de ideación suicida de Beck se aplicaron al mismo tiempo y de manera individual, con la finalidad de identificar a las personas adultas mayores con depresión y a aquellos que presentaban ideación suicida. Una vez detectado el grupo de personas adultas mayores con depresión y el grupo con ideación suicida, se aplicó el checklist de la sintomatología depresiva para identificar cuáles son los síntomas depresivos que presentan tanto las personas adultas con depresión, como aquellas que sufren ideación suicida; así como, quienes no presentaban depresión o ideación suicida.
La aplicación de los instrumentos fue realizada por un psicólogo y un médico, para ofrecer atención a quienes presentaran inestabilidad emocional en el momento de la encuesta, mismos que fueron derivados a centros de atención de asistencia social.
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https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/gerontologia/article/view/39950/40495
Referencias
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